sábado, 26 de febrero de 2022

Historia del Carnaval


La primera fiesta de Carnaval conocida como tal, tuvo lugar en Egipto. Por unos días los egipcios ocultaban la clase social a la que pertenecían con una máscara en la cara. Y se reunían en las calles para cantar y bailar. Se trataba de una fiesta pagana.

Después los Romanos empezaron a celebrar esta fiesta al comienzo de la primavera. Lo hacían en honor a Momo, el dios de la diversión y la burla. Y durante esta fiesta, que ellos la llamaban carrus navalis, paseaban por las calles a Baco, el dios del vino, sobre un barco con ruedas. Toda la gente bailaba y se divertía alrededor suyo.

Mas tarde, en la Edad Media, era costumbre llamar al Carnaval «fiesta de la locura». Porque la gente gustaba de gastar bromas en los lugares públicos oculta tras un disfraz. La Iglesia Católica trató de evitarlo, pero como no tuvo éxito incorporó la fiesta a su calendario.  Y pasó a considerarla un periodo de alegría y jolgorio antes de comenzar la Cuaresma, tiempo de oración y abstinencia.

Las fiestas duraban tres días antes del miércoles de ceniza. La costumbre se extendió por toda Europa, y llegó hasta América de la mano de los conquistadores. En España, durante el reinado de los Reyes Católicos, la gente se disfrazaba para gastar bromas a los amigos y familiares. Pero cuando llegó Carlos I prohibió la fiesta, porque atentaba contra las medidas de seguridad.

Su hijo Felipe II y su nieto Felipe III, continuaron con la prohibición. Hasta que Felipe IV volvió a dar permiso para que se celebrara esta antigua costumbre.

Hoy en día los Carnavales se celebran en muchos países del mundo. Y a pesar de las diferencias culturales que existen entre ellos, durante unos días todo es alegría. Y los bailes, desfiles y disfraces son algo que les une a todos ellos.»

domingo, 20 de febrero de 2022

martes, 8 de febrero de 2022

martes, 1 de febrero de 2022

EL DADO QUE PACIFICÓ MI TABLERO


 Yo no lo sabía, pero las fichas blancas y negras de mi juego favorito se odiaban a muerte. Cada noche, mientras yo dormía, peleaban por la única casilla multicolor del tablero, a la que las blancas llegaban siguiendo el caminito de casillas blancas que cruzaba su reino, y las negras siguiendo otro caminito de casillas negras que atravesaba el suyo.

Aquella lucha tan igualada parecía no tener fin, así que el señor Dado les propuso la partida definitiva: se enfrentarían los líderes de cada bando, y el vencedor se quedaría con la casilla multicolor para siempre.

- Para evitar trampas -añadió Dado-, ambas pasarán la noche anterior aisladas y vigiladas por mí. Yo las llevaré luego a su casilla de salida.

Tanto dolor había dejado en las fichas aquella feroz guerra, que no dudaron en aceptar la propuesta del viejo y sabio señor Dado, quien, al caer la noche, llevó a ambas fichas a un lugar secreto del tablero. Estas esperaban algún tipo de premio o discurso pero, para su sorpresa, solo encontraron dos cubos de pintura, uno blanco y otro negro.

- Cambiaréis vuestros colores esta noche, y mañana jugaréis la partida con el color al que siempre os habéis enfrentado. Tenéis la misma forma, y solo cambia vuestro color, así que nadie se dará cuenta; pero tampoco podréis decírselo a nadie.

Las fichas obedecieron sorprendidas, y al día siguiente viajaron hasta llegar a la casilla de salida de cada uno de los caminos.

La ficha negra, toda ella pintada de blanco, cruzó el reino de las fichas blancas entre aplausos y gritos de ánimo, sin que nadie supiera que estaban aclamando a la mejor de las fichas negras. Allá por donde pasaba recibía flores, regalos y muestras de cariño de fichas grandes y pequeñas. Viendo la ilusión que generaba ganar aquella casilla, la ficha negra descubrió que el reino de las fichas blancas no era tan distinto del suyo, aunque fueran de colores opuestos. La partida comenzó, y en su emocionante viaje por el caminito de casillas blancas a través del reino rival, la ficha negra se sintió un poquito menos negra. Hasta que, llegando al final de la partida, cuando estaba tan cerca que podía verse la última casilla, la ficha negra no recordaba ninguna razón para detestar a las fichas blancas. Entonces se encontró frente a frente con la ficha blanca, toda ella pintada de negro, y sintió un fuerte deseo de abrazarla como a una de sus hermanas. La ficha blanca, que había vivido algo muy parecido en su viaje por el país de las fichas negras, sintió lo mismo. Y, olvidando la partida, ambas avanzaron hasta la casilla multicolor para fundirse en un gran abrazo.

Casi nadie entendía qué había pasado, pero daba igual. Todas tenían tantas ganas de paz, que no dudaron en lanzarse a la casilla multicolor para seguir abrazándose unas a otras y celebrar el fin de la guerra.

Desde entonces, cada noche, la casilla multicolor se llena de fichas blancas y negras, y de los dos cubos de pintura que puso allí el señor Dado, para que quienes quieran ver el mundo con los ojos de los demás puedan hacerlo siempre que quieran.