Había una vez un pequeñísimo país castigado por una larga sequía. Llevaba tanto tiempo sin llover que la gente comenzaba a pasar hambre por culpa de las malas cosechas.
Coincidió que en esos mismos días un grupo de músicos cruzaba el lugar tratando
de conseguir unas monedas como pago por sus conciertos. Pero con tantos
problemas, nadie tenía ganas de música.
- Pero si la música puede ayudar a superar
cualquier problema - protestaron los músicos, sin conseguir ni un poquito de atención.
Así que los artistas trataron de descubrir la
causa de que no lloviera. Era algo muy extraño, pues el cielo se veía cubierto
de nubes, pero nadie supo responderles. “Lleva así muchos meses, pero ni una sola
gota han dejado caer las nubes”, les dijeron.
- No os preocupéis,
nosotros traeremos la lluvia a esta tierra - respondieron, e inmediatamente
comenzaron a preparar su concierto en la cumbre de la montaña más alta.
Todos los que lo oyeron subieron a la montaña, presa de la curiosidad. Y en cuanto el director de aquella extraña orquesta dio la orden, los músicos empezaron a tocar.
De
sus instrumentos salían pequeñas y juguetonas notas musicales, que subían y subían hacia las nubes. Era una música tan
saltarina, alegre y divertida, que las simpáticas notas comenzaron a
juguetear con las suaves y esponjosas barrigotas de las nubes,
y tanto las recorrieron por arriba y por abajo, por aquí y por allá, que se
formó un gran remolino de cosquillas, y al poco las gigantescas nubes estaban riendo
por medio de grandes truenos.
Los músicos
siguieron tocando animadamente y unos minutos más tarde las nubes, llorando de
pura risa, dejaron caer su preciosa lluvia sobre el pequeño país, con gran
alegría para todos.
Y en
recuerdo de aquella lluvia musical, cada habitante aprendió a
tocar un instrumento y, por turnos, suben todos los días a la montaña para
alegrar a las nubes con sus bellas canciones.
P.P.SACRISTÁN
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