Lagrimita
Joe era un niño con una habilidad especial: podía ponerse a llorar en menos de
un segundo. Si algo no le gustaba, o le resultaba difícil, o si alguien le
contrariaba, Lagrimita Joe no tardaba en poner cara de pena y mostrar grandes
lagrimones rodando por sus mejillas. Así conseguía prácticamente todo lo que
quería, porque no había quien resistiera la pena que daba su carita llena de
lágrimas.
Pero un día,
Lagrimita Joe conoció a Pipo. Se lo encontró pidiendo unas monedas a cambio de
ayudar en lo que fuera a las personas que caminaban por la calle. Pipo era muy
pobre, y no tenía casa ni familia, así que se ganaba la vida como podía. Sin
embargo, siempre mostraba una gran sonrisa de oreja a oreja.
A Joe le
cayó simpático aquel niño, así que decidió echarle una mano para conseguir algo
de dinero. Se acercó al lugar en que estaba Pipo, se quitó el sombrero, lo puso
junto a sus zapatos, y comenzó a llorar poniendo su penosísima cara de pena.
¡Menudo
éxito! En unos pocos minutos, el sombrero de Lagrimita Joe estuvo lleno de
monedas y golosinas. Pero cuando se lo ofreció a Pipo, éste lo rechazó.
- Prefiero
merecerme lo que tengo- respondió con su habitual sonrisa-. Es mucho más
divertido esforzarse por conseguir las cosas. ¿Sabes? Hoy he bañado a un perro,
he recogido cientos del clavos con un imán, he ordenado un armario de pinturas,
he acompañado a una señora ciega por el parque... puede que no haya conseguido
todo lo que quería, pero he hecho muchas cosas interesantes ¿Y tú? ¿te lo has
pasado bien?
Lagrimita
Joe no contestó, y se marchó triste. Había conseguido todo lo que quería, pero
no había hecho prácticamente nada interesante en todo el día. Ni siquiera se lo
había pasado bien: casi todo el tiempo había estado llorando.
Aquella
tarde, ya en su casa, Joe pidió cenar un riquísimo pastel. Cuando su mamá le
dijo que no, trató de echarse a llorar, pero al recordar al alegre Pipo y ver
su propia cara de pena reflejada en el espejo, no pudo hacerlo. ¿Cómo
desaprovechar aquella ocasión de hacer algo interesante?
Así que trató de conseguir el pastel de otra forma. Y para sorpresa y alegría de sus padres, dedicó toda la tarde a ayudar a su mamá a ordenar y etiquetar la despensa, a regar las plantas y a colocar los libros de la biblioteca.
Sin embargo, al final no hubo pastel. Pero tampoco fue tan terrible, pues Joe descubrió que había sido mucho más divertido hacer todas aquellas cosas, que haber pasado la tarde llorando sólo para conseguir cenar un pastel que ni siquiera se habría merecido.
Así que trató de conseguir el pastel de otra forma. Y para sorpresa y alegría de sus padres, dedicó toda la tarde a ayudar a su mamá a ordenar y etiquetar la despensa, a regar las plantas y a colocar los libros de la biblioteca.
Sin embargo, al final no hubo pastel. Pero tampoco fue tan terrible, pues Joe descubrió que había sido mucho más divertido hacer todas aquellas cosas, que haber pasado la tarde llorando sólo para conseguir cenar un pastel que ni siquiera se habría merecido.
Los
niños que lloran para conseguir lo que quieren se están perdiendo muchas cosas
buenas
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