Una vez un ratón salió de su casa, que estaba debajo de una gran alfombra, y se metió sin saberlo en la cesta de un gato. El gato estaba de paseo, pero al volver exclamó:
-¡Qué bien, ya tengo merienda!
Y de un bocado se zampó al ratón.
Al gato le entró sueño y sin darse cuenta se echó a dormir en la caseta del perro. El perro había ido de caza, pero al volver exclamó:
-¡Qué bien, ya tengo merienda!
Y de un bocado se zampó al gato.
El perro se fue de paseo, pero como comenzó a llover se refugió en la jaula del león. El león había salido para hacer su número de circo, pero al volver exclamó:
-¡Qué bien, ya tengo la merienda!
Y de un bocado se zampó al perro.
En la tripa del león, el perro no decía nada. En la tripa del perro, el gato no decía nada. Pero en la tripa del gato, el ratón refunfuñaba.
No le gustaba estar metido dentro de tantas tripas.
-¡Todo el mundo ha merendado menos yo! -decía-. ¡Menudo hambre tengo!
El ratón hizo cosquillas al gato. El gato se retorció de risa e hizo cosquillas al perro. El perro se retorció e hizo cosquillas al león.
El león comenzó a reír, y a reír. Y como el león cuando se ríe abre la boca tanto como cuando ruge, el perro se escapó por la boca abierta.
El perro siguió riendo y por boca abierta se escapó el gato.
El gato siguió riendo y por su boca abierta se escapó el ratón.
Pero el ratón no reía. Seguía teniendo hambre. De pronto halló un buen pedazo de queso y exclamó:
-¡Qué bien, ya tengo la merienda!
Y de un bocado se lo zampó.
Y, a fin de cuentas, fue el único que merendó.
Y Colorín Colorado...
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