martes, 25 de diciembre de 2012

CLARA Y EL BELÉN DE NAVIDAD





Idea y enseñanza principal


Un cuento de Navidad sobre la humildad



Clara era toda una artista con los belenes de Navidad. Durante todo el año preparaba bocetos, materiales y personajes para que al llegar la siguiente Navidad su nacimiento fuera aún mejor que el del año anterior.
Y el año en que cumplía los 10 años, pensando en aquello que cantaban los ángeles del Señor “Gloria a Dios en las alturas...” preparó el belén más precioso que uno pudiera imaginar. Diseño y fabricó unos maravillosos trajes para la Virgen María y San José, y una mantita bordada con hilo dorado para el Niño Jesús. Decoró el establo con pequeñas joyas tomadas de sus pendientes y anillos, y rodeó el pesebre de las miniaturas más bellas que encontró. Hasta las figuritas de los soldados de Herodes eran sombrías y malvadas, tanto como humildes las de los pastores. Posiblemente, no hubiera habido antes un belén tan bonito y cuidado. Era tan especial y único, que había sido propuesto para varios premios, incluido el gran premio nacional al mejor belén.
Pero precisamente la mañana en que los jueces debían visitarlo, Carla descubrió al levantarse la peor de las tragedias: su obra maestra ¡estaba totalmente destrozada! Y cuando la sangre le subía por las mejillas y en su garganta nacía un grito de furia, Cuca, su hermana pequeña, se acercó a su lado, tiró de su camisón, y dijo toda sonriente:
- ¿Te guzta máz azí? ¡Lo he puezto preciozííízímo! Cuca ayudá Clara.
¿Cómo gritar al angelito de Cuca, tan bonita ella, que sólo había querido ayudar un poco? Clara miró lo que quedaba de su belén: los vestidos de la Sagrada Familia adornaban de cualquier forma a unos pastores y su oveja; la preciosa manta estaba a los pies de la viejecita del río; las plumas del pesebre flotaban por todas partes; torpes y divertidas caras de payaso eran ahora el rostro de los malvados soldados, y el grupo de pastores que dormía al raso se veía embadurnado de chocolate, en las más acrobáticas posturas que los pegajosos dedos de Cuca, llenos de saliva y golosinas, habían permitido; incluso las pequeñas joyas y miniaturas de Clara estaban esparcidas aquí y allá: decorando una casucha, en el bolsillo de una lavandera, o en la olla de comida junto al fuego. Y grandes y brillantes pegotes de color cubrían los montes y el cielo de aquella Judea destrozada por la ingenuidad de Cuca.
Dos grandes lágrimas rodaron en silencio por las mejillas de Clara, sabiendo que ya nada se podía hacer. Y allí se quedó, llorando, y pidiendo perdón a ese Niño al que tanto quería y por el que tanto se había preocupado. Pero entonces, al caer sus primeras lágrimas sobre el Niño, vio cómo este saltaba contento a atraparlas. Después le guiñó un ojo, sopló sobre sus lágrimas y las lanzó de regreso a sus ojos, antes de volver inmóvil a su sitio en el pesebre.
Y en sus ojos, aquellas lágrimas tocadas por el Niño Dios fueron como unas lentillas que le mostraron todo tal y como era en realidad. Y comprendió que ni el Niño ni su familia querían los lujos ni las joyas, ni la tristeza de los hombres, ni la oscuridad en el corazón de los malvados, ni un mundo triste y sin color. Y que precisamente por eso había venido al mundo.
Y sin dudarlo, y con una gran sonrisa de alegría, tomó en brazos a Cuca, le dio el más largo y sonoro beso y dijo:
- ¡Claro que sí, Cuca! Así está muchísimo mejor.
Autor.. Pedro Pablo Sacristan

domingo, 17 de junio de 2012

EL HADA Y LA SOMBRA





La lealtad y el compromiso mantenidos ante las adversidades son las bases últimas de la amistad y el amor.



Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.
Autor.. Pedro Pablo Sacristan