sábado, 20 de mayo de 2017

EL NACIMIENTO DEL LECTOR


 Tanto educadores como padres coinciden en apreciar la emoción entre misteriosa y sagrada que consume a los niños pequeños cuando están iniciando su aprendizaje lector. Ellos anhelan sumergirse entre la maraña de letras, símbolos y gráficos que conforman el contenido de un libro para  -como mamá y papá- poder entender la historia que cuentan sus páginas.

Entonces, si la escuela es la encargada de facilitar ese aprendizaje, ¿cuáles son los fallos del sistema que impiden a tantos niños adquirir un verdadero hábito lector? O, dicho de otro modo más radical: ¿por qué la escuela mata el apasionado empuje del niño hacia la lectura?

Hasta ahora aprender a leer consistía en demostrar al maestro que se era capaz de descifrar palabras y frases escritas en un libro. A nadie le interesaba lograr que al niño le resultara gratificante ese aprendizaje.

Otro error generalizado y determinante era la insistencia en la lectura en voz alta. Como si los adultos leyeran siempre de ese modo. La lectura interior, mental, parecía no valer para nada, tal vez porque reclama una verificación más compleja: la comprensión del texto.


Otro grave error es el libro de lectura, configurado por multitud de fragmentos breves de diversos textos, enlazados sin pies ni cabeza y que le dan al niño la impresión de haber leído muchas obras de muchos autores, cuando en realidad han interpretado sólo breves fragmentos. Está aprendiendo a leer sin libros.

Absurda es también la costumbre de que todos los niños deban leer el mismo libro, por la misma página y a la misma velocidad, convirtiendo el aprendizaje lector en un proceso estandarizado cuya finalidad última más bien parece ser crear "robots lectores", que verdaderos amantes de los libros.

 Estamos equivocados; el niño comienza su camino hacia la lectura y la escritura mucho antes de llegar a primria  Por intuición utiliza símbolos y aplica reglas que imagina subjetivamente y que le permiten relacionarse con los adultos. Irá verificando sus códigos personales comparándolos con los de su entorno, hasta conquistar nuestro código alfabético.

La primera experiencia fundamental para el niño sería ésta: como todavía no sabe ni leer ni escribir -estamos aún en infantil-, inventa una historia breve y sencilla; el maestro la escribe y la fotocopia. El niño lleva a casa "su obra" y sus padres repiten palabra por palabra lo que ha inventado. El niño descubre que sin estar presentes cuando él contó su historia, sus padres se la han repetido. Se produce el milagro de la lectura.

La segunda experiencia fantástica es la de la escucha: el niño, absorto, asiste a las maravillosas aventuras que le narra el adulto al leerle un cuento. Escuchar al adulto que lee, seguir las aventuras, imaginar imágenes fantásticas y encontrarse con personajes maravillosos... es una experiencia fundamental para todos los niños.

Esta labor la tendrían que desempeñar en un primer momento los padres, pero ante la imposibilidad o negativa de éstos a asumir este papel, la escuela ha de hacerse cargo de este reto, reservando momentos diarios en los que el educador empape a los niños de lecturas apasionadas y apasionantes.

Un niño que escucha un cuento establece con quien lee, a través de las imágenes que evocan las palabras, una relación de una intensidad difícilmente repetible y raramente superable.

Lo importante es que los niños puedan leer sus libros por el gusto de leerlos. Porque quien haya leído un libro con placer no tendrá inconveniente en completar una ficha que servirá de orientación a sus compañeros, o en comentar oralmente su experiencia, siempre que la ficha no se convierta en una condena y el comentario en un examen.

La lectura, como cualquier otro nacimiento, ha de ser un proceso natural, cargado de ternura, afecto y pasión.

C.E.I.P. BADIEL.- 20/05/2017.Enrique García.


 Basado en el artículo "El nacimiento del lector" de Francesco Tonucci, en CLIJ, nº 5, 1988. realizado por Kepa Osoro Iturbe

La manía de la rana rockera



Valor Educativo Aceptarse

Idea y enseñanza principal Aceptarnos tal como somos, sin caer en 

caprichos poco realistas, es el primer paso para sacar lo mejor de nosotros

mismos, evitar los complejos y construir una sana autoestima


Ambientación Varios conciertos y una peluquería

Personajes Una rana y un gato


La rana Paca cambió su vida el día que vio la televisión por primera vez. Era un

 concierto de rock, y la rana Paca quedó fascinada. Pero no por la música, sino

 por las melenas de los cantantes.

- ¡Oh! ¡Qué pelo tan largo y bonito! Yo quiero algo así, que se note que soy 

especial.

Pero Paca solo era una rana. No había ido a la escuela y ni siquiera sabía que 

las ranas no tienen pelo, así que pensó que el pelo le saldría si se dedicaba a 

dar conciertos. Su croar de rana no encajó bien ni con el rock, ni con la ópera, 

ni con el pop, pero ella siguió dando conciertos allá donde iba. Viajó por 

pueblos y ciudades, por el mar y la montaña, por calles y jardines… hasta que 

un día dio su recital en una peluquería.

Mientras cantaba sin que nadie supiera que allí había una rana, el peluquero

 cortaba el pelo a un cliente. Un largo mechón fue a caer precisamente sobre la

 cabeza de Paca y esta pensó, al verse con tanto pelo sobre su cabeza, que su

 sueño por fin se había hecho realidad.

Emocionada, cantó con tanta fuerza y entusiasmo que despertó a Fredo, el 

gato del peluquero. Este, al ver aquel montón de pelo en movimiento saltó 

sobre él y se lo zampó pensando que se trataba de un ratón.

A Paca no la salvó su largo pelo, ni su estilo musical. La salvó ser una rana, 

porque a Fredo no le gustó el tacto frío y resbaladizo de su piel y la escupió; 

pero las huellas de aquel ataque quedaron para siempre marcadas con 

grandes cicatrices en la piel de Paca. Y también en su memoria, pues así 

aprendió que ser rana tenía también su lado bueno.

A partir de ese momento Paca estudió todas las ventajas de ser rana y la mejor

 forma de aprovecharlas, y creó una escuela para ranas de la que salieron las

 ranas más habilidosas y felices.

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

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domingo, 7 de mayo de 2017

Hospital Para Mamás Escacharradas

Valor Educativo Amor y gratitud

Idea y enseñanza principal Nunca deberíamos dejar de agradecer a nuestras madres todo lo que han hecho por nosotros no dejar de darles muestras de cariño

Ambientación Un hospital

Personajes Las mamás, una abuelita y los trabajadores de un hospita
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La vida en el Hospital Para Mamás Escacharradas era una verdadera locura.
- Acaban de traer a otra que está fatal. Su niño lleva cuatro días sin comer verdura.
- Ponedla ahí, junto a la mamá que había sido vomitada diez veces.
- No nos queda sitio, doctor, recuerde que ahí íbamos a poner a la mamá de los gemelos, los que se despertaban cada hora alternándose y no la dejaban dormir.
- Bueno, pues llevadla junto a la que jugaba al fútbol con los muñecos de peluche y la que cantaba canciones infantiles incluso dormida…
Y es que el hospital de mamás estaba a rebosar. Cada vez venían más mamás y con enfermedades más raras. Los médicos no encontraban curas: ni pastillas, ni inyecciones, ni vendas… nada funcionaba.
En medio de aquel ajetreo, llegó el ingreso más inesperado. Una viejecita muy arrugada que estaba fatal.
- Señora, este es un hospital de mamás, aquí no puede estar. Tiene que ir al hospital de abuelitas.
- ¡Que no! ¡Que me dejen! Estoy muy enferma y tengo que entrar aquí…
- Pero abuela…
- ¡Que no me llame abuela! Yo también soy mamá… ¡soy la mamá del director del hospital!
Y no mentía. Era la mamá del doctor Donoku Pado, un famosísimo médico para mamás, así que los médicos dedicaron todos sus esfuerzos a salvarla. Mil remedios, enfermeras, doctores, máquinas costosísimas… pero nada. La abuelita, mejor dicho, la mamá del director, se les moría. Tuvieron que interrumpir una reunión importantísima para avisar al director de que tenía que bajar rápido o no llegaría a ver viva a su mamá.
Este bajó un poco contrariado, pero al ver el estado de su mamá, tan enferma, hizo cuanto pudo para sanarla en el último momento. Tampoco sus intentos dieron resultado. Finalmente, viendo que la perdía, se lanzó a sus brazos, le dio un beso y le dijo:
- Gracias por todo lo que has hecho por mí.
Hasta aquel día había dudas sobre si el beso más curativo fue el del príncipe a Blancanieves, o quizás el que recibió la bella durmiente. Tonterías. Allí mismo descubrieron que ningún beso es tan poderoso como el de un hijo agradecido; la anciana madre del director se puso en pie de un salto con lágrimas de felicidad y dijo sonriente:
- Sinvergüenza, a ver si vienes a ver a tu madre más a menudo.
Tras asistir a aquel milagro, todos en el hospital se pusieron manos a la obra. Rápidamente llamaron a los hijos de las mamás que tenían ingresadas y los pusieron en fila para que les dieran un beso, un abrazo, o simplemente las gracias. Y todas se ponían buenas al instante, porque por mucho que sufrieran por sus hijos, nada les hacía más felices que recibir su cariño.
Y así, el hospital se quedó casi sin enfermas, porque los únicos casos de madres ingresadas eran los de aquellas cuyos niños se empeñaban en no ser cariñosos con ellas. Pero como son muy, muy poquitos, ahora el bueno del doctor Donoku tiene muchísimo más tiempo para ir a ver a su madre y mostrarle su cariño.


Autor..Pedro Pablo Sacristan