Valor Educativo Amor verdadero
Idea y enseñanza principal 
  El verdadero amor que nos hace felices consiste en buscar por la felicidad de la persona amada antes que la propia
Ambientación   
  Un cuento de hadas
Personajes   
  Un príncipe, una princesa y un escritor
Cuento   
  
Érase una vez el final de un cuento de hadas. Todo había acabado 
felizmente, y el príncipe y la princesa habían llegado a casarse tras 
muchas aventuras. Y vivieron felices y comieron perdices.
Pero, al día siguiente, el príncipe tenía un fuerte dolor de cabeza y
 no le apetecía comer perdiz. Salió a pasear por los jardines mientras 
la princesa devoraba una perdiz tras otra. Tantas comió, que al llegar 
la noche sufría una gran indigestión.
Esa noche, el príncipe protestaba, pues no se sentía feliz.
- Vaya birria de cuento. No me siento para nada feliz.
- Si no eres feliz, es porque no has comido perdiz.
Y al día siguiente ambos solo comieron perdices, pero el mal humor 
del príncipe no desapareció, y la indigestión de la princesa empeoró.
- Vaya birria de cuento- dijo también la princesa.
El tercer día era evidente que ninguno de los dos era feliz.
- ¿Cómo puede irnos tan mal? ¿Acaso no fue todo perfecto durante el cuento?
- Es verdad. Lo tenemos todo, ¡y hasta nos hemos casado! ¿Qué más necesitamos para ser felices?
Ninguno de los dos tenía ni idea, pues se habían preparado para vivir
 una vida de cuento. Pero, al terminar el cuento, no sabían por dónde 
seguir. Decididos a reclamar una felicidad a la que tenían derecho, 
fueron a quejarse al escritor del cuento.
- Queremos otro final.
- Este es el mejor que tengo. No me sé ninguno mejor.
Y, tras muchas discusiones, lo único que consiguieron fue que 
eliminara lo de comer perdices. Seguían sin ser felices, claro, pero al 
menos la princesa ya no tenía indigestión.
La infeliz pareja no se resignó, y decidió visitar a las más famosas 
parejas de cuento. Pero ni Cenicienta, ni la Bella Durmiente, ni 
siquiera Blancanieves, hacían otra cosa que dejar pasar tristemente los 
días en sus palacios. Ni una sola de aquellas legendarias parejas había 
sabido cómo continuar el cuento después del día de la boda.
- Nosotros probamos a bailar, bailar, y bailar durante días- contó 
Cenicienta- pero solo conseguimos un dolor de huesos que no se quita con
 nada.
- Mi príncipe me despertaba cada mañana con un ardiente beso que 
duraba horas- recordaba la Bella Durmiente- pero aquello llegó a ser tan
 aburrido que ahora paso días enteros sin dormir para que nadie venga a 
despertarme.
- Yo me atraganté con la manzana cien veces, y mi príncipe me salvó 
otras tantas, y luego nos quedábamos mirándonos profundamente- dijo 
Blancanieves- Ahora tengo alergia a las manzanas y miro a mi esposo para
 buscarle nuevos granos y verrugas.
Decepcionados, los recién casados fueron a visitar al resto de 
personajes de su cuento. Pero ni el gran hechicero, ni el furioso 
dragón, ni sus valientes caballeros quisieron hacer nada.
- Ya cumplimos con todas nuestras obligaciones, y ni siquiera tuvimos
 un final feliz ¿Y encima queréis que nos hagamos responsables de 
vuestra felicidad ahora que ha terminado el cuento? ¡Venga ya!
La joven pareja recurrió finalmente a sus leales súbditos. Tampoco 
funcionó porque, a pesar de que obedecieron todas y cada una de sus 
órdenes, los príncipes siempre habían tenido todo tipo de lujos, y 
seguían insatisfechos.
- Nada, tendré que encargarme de mi felicidad yo misma - decidió la 
princesa precisamente el día que el príncipe pensó lo mismo. 
Y cada uno se fue por su lado a intentar ser feliz haciendo aquello 
que siempre le había gustado. Pero por emocionantes y especiales que 
fueran todas aquellas cosas, no era lo mismo hacerlas sin tener a su 
lado a su amor de cuento. Tras aceptar su fracaso por separado, 
volvieron a encontrarse en el palacio llenos de pena y desesperanza.
- Lo hemos intentado todo- dijo el príncipe, cabizbajo-. Ya no queda 
nadie más a quien pedirle que nos haga felices. Estamos atrapados en un 
penoso final de cuento.
- Bueno, querido, aún nos queda una cosa por probar- susurró la 
princesa-. Hay alguien que aún no se ha encargado de tu final feliz.
- ¿Sí? ¿Quién? ¿La bruja? ¿El león? ¿El armario? ¿Voldemort?
- Cariño, no te vayas del cuento. Me refiero a mí. Aún no me he encargado de hacerte feliz. Ni tú tampoco de mí.
Era verdad. Y no perdían nada por intentarlo. 
Aunque hacer feliz al príncipe tenía lo suyo. Solía levantarse de mal
 humor, trabajaba algo menos que poco y era un tipo más bien guarrete. Y
 tampoco la princesa era perfecta, pues lo menos que se podía decir de 
ella es que era caprichosa y mandona, bastante cotilla y un poco pesada.
 Pero, a pesar de todo, se querían, y descubrieron que, al esforzarse 
por el otro, olvidándose de sí mismos, no necesitaban más que ver asomar
 la felicidad en el rostro de la persona amada para sentirse plenamente 
dichosos. Nunca antes habían repartido felicidad, y hacerlo con su único
 amor los llenaba de tanta alegría que era difícil saber quién de los 
dos era más feliz.
Pronto se sintieron tan dichosos repartiéndose felicidad que, a pesar
 del esfuerzo que les suponía, no pudieron parar en ellos mismos, y 
comenzaron también a preocuparse de la felicidad de sus súbditos y los 
demás personajes de su cuento. Hasta las legendarias princesas que no 
habían sabido vivir felices en su final de cuento pudieron recibir su 
consejo y su ayuda.
Así, habiendo descubierto el secreto de los finales felices, hicieron
 por fin una última visita para llevar a su amigo el escritor un regalo 
muy especial: un nuevo final de cuento. Y el escritor lo tomó y lo 
agregó a la última página, donde desde entonces puede leerse “…y, 
renunciando a su felicidad por la del otro, pudieron amarse y ser 
felices para siempre”.
Autor..Pedro Pablo Sacristán
